martes, 13 de septiembre de 2016

Fuga


Pocos seres saben lo que es nacer en cautividad. Al menos con conciencia de ello. La mayoría de las criaturas ignoran que están encerradas en un espacio reducido, que la realidad se extiende más allá de los límites de su existencia. Dicen que la ignorancia da la felicidad. Una afirmación muy simple y seguramente cierta. Pero es una verdad con trampa porque la ignorancia también te impide darte cuenta de tu situación y, por lo tanto, trazar un plan para escapar, algo que el conocimiento sí puede concederte. De modo que la ignorancia te da la felicidad si eres cautivo... al igual que el conocimiento si tras tomar conciencia haces algo para romper los barrotes de tu prisión. 

Nunca supe por qué fui condenado a ese sitio. Más bien, por qué lo fue mi madre y generaciones pasadas. Vivía y caminaba en la rueda sin otro objetivo aparente. Mi existencia era mantenida por la mano carcelera. Siempre me abastecía de agua y comida. En ocasiones me envolvía y me trasladaba de un lado a otro y podía ver y respirar. Nunca me permitió alejarme demasiado ya que allá donde caminara era atrapado de nuevo hasta volver a mi lugar de reclusión. Gracias a este hecho pude comprender que el mundo era más grande de lo que yo podía percibir ahí dentro. 

Tras dibujar un mapa mental del mundo exterior más allá de los límites de mi espacio de reclusión tomé la determinación de escapar. Solo necesitaba una ocasión, una única oportunidad. Inteligente es aquel que sabe aprovechar las oportunidades. Y esa oportunidad llegó. Cierta noche la mano carcelaria apareció en la oscuridad y atrapó mi cuerpo como tantas otras veces. Nunca supe por qué pero me dejó en el suelo y no hizo nada más. Corrí todo lo que pude. Conocía bien el espacio y sus rincones más inaccesibles. La mano carcelaria debió de arrepentirse de su error y de forma repentina creó luz de día. Pero no podía verme ni llegar a mí. Yo estaba detrás de una gran estructura y aprovechando un conducto continué la fuga. 

Tras recorrer un espacio que me pareció infinito llegué a una dimensión totalmente nueva para mí. Humedad, frío, oscuridad, inmensidad. Todo a la vez. Imagino que esa es la sensación de la libertad. Divina libertad.

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